Oro Negro es la guinda amarga de esta gran torta Junto al Río, adornada con muchas texturas, colores y sorpresas que ha dejado con distintos sabores a los cientos de asistentes que llegaron para darle un bocado al festival. El montaje, dirigido por Carlos Cortés, es una obra que logra poseer varios antónimos al mismo tiempo, es frágil y dura, es sutil y agresiva, es bella en su ejecución y sucia en su construcción. Es un boleto que no todos están preparados para abordar, un viaje de ida que replantea la temática de género y la vincula con el homoerotismo, llevando al espectador a un estado al cual no está acostumbrado, a ver, sentir y vivir la completa desnudez.
Bimba fue el escenario perfecto para el lado B del Festival, un lado diverso y atrevido, que más bien se sentía como un ritual con el escenario 360º que iba adecuándose a los movimientos de los bailarines. El público estaba expectante, el rumor de la desnudez puso en piel de gallina a todos, miradas tímidas y curiosas se asomaban, adultos y jóvenes que no habíamos visto antes llegaron al local, todo para ver a dos bailarines que rozan las conductas más comunes y secretas del ser.
El escenario de madera hacía un mix con el sonido que provenía de los golpes, respiraciones y roces que los bailarines provocaban, la iluminación, de primer nivel, coloreaba en tonos primarios cada una de las escenas que iban de la más agresiva a la más sutil. Los intérpretes, no defraudaron a ningún curioso y llegaron al desnudo total, no sin antes pasar por estados como la agresividad, la repulsión, el amor y la locura. El respeto fue total, el desnudo fue casi solemne y el final, con un himno del Rock Chileno, hizo que todo el local entonara y finalizara este periplo emocional.
Oro Negro se posiciona así, como la última función del festival, la guinda amarga y prohibida del festival, que obviamente, todos probamos.
No te pares frente a mí
Con esa mirada tan hiriente
Puedo entender estrechez de mente
Soportar la falta de experiencia
Pero no voy a aguantar...
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