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  • Foto del escritorDiego Álvarez

Iconofagia, virtualidad lingüística y otros atajos comunicativos


Resumen

La gran riqueza comunicativa que nos han otorgado los avances tecnológicos facilita el expedito entendimiento y la exactitud de la decodificación de los mensajes. La virtualidad nos ofrece un gran campo de palabras para expresar nuestros sentires y agudizar la precisión de lo que comunicamos. Las plataformas de interacción digital estimulan nuestra creatividad con sus infinitos recursos audiovisuales que para nada afectan nuestra vida personal, ¿o no? Pues al parecer es todo lo contrario. El bombardeo masivo de imágenes, la infinidad de presentes, la repetición de hashtags, tendencias, ideas, acciones, la antropofagia y el fin de la negociación comunicativa supone una distopía al cómo nos relacionamos e interactuamos.


Palabras clave: Comunicación; Iconofagia; Virtualidad, Distopía


1. El infinito vacío


Los avances tecnológicos proponen un mundo mucho más conectado, globalizado y moderno, en un siglo, las técnicas y soportes han evolucionado en pro de la comunicación, partiendo por la telefonía (1854), la radio (1901), la televisión (1927), la informática (1940) y las redes (1980), todas presentes hasta el día de hoy, cotidianas en cada casa, oficina, establecimiento educacional, transporte público y cada vez en dispositivos más chicos, más portátiles, más compactos y multifuncionales. Y si los avances tecnológicos nos tienen más vinculados, nos brindan más herramientas técnicas para realizar lo que queremos hacer, ¿podemos afirmar que nos estamos comunicando más? E independiente de la respuesta, ¿la tecnología ha cambiado nuestra forma de comunicarnos?


¿Devoramos imágenes o somos devorados por ellas?, esta pregunta se realiza Noval Baitello junior en el texto Iconofagia y Cultura: La era de la Iconofagia (2004), donde el autor propone que el mundo en el que estamos insertos es el mundo de las imágenes, “no importa ser, importa parecer”; sin duda, una mirada distópica de la realidad, la cual quiero llevar un poco más lejos, porque creo que es incluso peor.


La omnipresencia de las imágenes en nuestra vida ya ni siquiera es un fenómeno, ni siquiera se pone en duda, dispositivos electrónicos se instalan como nuevos órganos en el cuerpo, aparatos que tienen la labor de comunicar, sentir y pensar por nosotros. En ellos guardamos y exponemos nuestra vida económica, política, social y cultural, nuestras redes sociales se transformaron en currículums y en cartas de presentación, una fachada que está en constante exposición y que no baja el telón nunca, claro, porque hay otros dispositivos mirando, otras vidas, otros presentes, otras imágenes. “No existe, siquiera, el derecho de no mirar. Estas sociedades, basadas e inspiradas en las imposiciones de la publicidad, la propaganda y sus exigencias mercantiles, imponen un cinismo extremado desde los mismos medios de (in)comunicación que producen, espectacularmente (Segura Contrera, 2002 y Browne, 2006), las patologías iconofágicas e incomunicativas a las que ha llevado el imperante sistema de turno” (Browne, 2006).


La percepción de la técnica de la repetición constante de imágenes llegó a mí el año 1999, cuando la cara de dos personajes inundó la lluviosa Valdivia transformando la columna vertebral de la ciudad en un tránsito donde se podía divisar solo la calle, el cielo y las caras de los dos candidatos políticos que deseaban el sillón presidencial, Ricardo Lagos y Joaquín Lavín, ambas campañas políticas crearon un tránsito, una transitoriedad, que “a su vez, abre un vacío. Y el correspondiente déficit emocional generado por la ausencia hace que nuevas imágenes sean generadas para suplir la sensación de vacío y eludir la transitoriedad por medio de nuevas transitoriedades” (Baitello, 2004). Fue en ese momento cuando la invasión de imágenes dejó de ser invasión y pasó a ser cotidiano, ahí el momento de la revelación: la omnipresencia de imágenes anula el interés, fatiga la mirada y pierde todo valor de exposición. Lo peor de esto, es que pasa lo mismo con nuestro disfraz de imagen.


2. Swipe hacia arriba


¿Podemos huir del mundo de las imágenes? ¿queremos? ¿Queremos ser devorados por las imágenes? Esta última pregunta le hace un guiño al ejemplo que usa Baitello para explicar la antropofagia: imágenes que devoran cuerpos, en el, se relata el trágico (y a la vez épico) final del fotógrafo Bill Biggart, quien no pudo soportar la tentación de ser parte de la imagen y el 11 de septiembre de 2001, se adentró al lugar del ataque de las torres gemelas para posteriormente morir aplastado por los escombros; sin embargo, sus fotografías fueron rescatadas y dan un crudo testimonio de, además de las impactantes imágenes, la expropiación de su cuerpo y de su suicidio.


El 6 de mayo del 2019, HBO estrenó la miniserie Chernóbil, un drama histórico que relata el desastre nuclear ruso de abril de 1986 y su posterior limpieza, el sacrificio de miles de personas, la muerte de los trabajadores de turno y las secuelas que dejó la alta radiación producto de la explosión. ¿Qué pasó un mes después? Cientos de influencers llegaron a las cercanías de donde se encontraba la planta nuclear, la ciudad fantasma de Prípyat, para obtener la mejor fotografía, adentrarse en algunos túneles abandonados para conseguir ser noticia, obtener difusión y ser imagen.


El 26 de marzo del 2020, en plena pandemia por el COVID-19, el desafío #CoronavirusChallenge ganó popularidad en todas las redes sociales del mundo y cuando los gobiernos decretaban toques de quedas, cordones sanitarios y la instrucción era quedarse en casa, miles de jóvenes buscaban cumplir el desafío para subirlo a sus redes. Un joven californiano influencer limpió con su propia lengua varios inodoros de baños públicos para cumplir con las instrucciones del desafío, como era de esperarse, la proeza terminó en el hospital dando positivo del virus. ¿Qué pasó con él? Nadie sabe, no importa, cumplió con el desafío, se hizo viral.


El feed o “inicio”, como se le llama en la jerga de redes sociales, marca un desfile de imágenes de los miles de usuarios que integran y construyen la red, un rápido paseo de los presentes de otras personas que se revela cada vez que hacemos un swipe up, deslizar el dedo hacia arriba. Según Baitello, estas “imágenes empiezan a competir por el espacio y por la atención, que se traducen en nuestro propio tiempo de vida” (Baitello, 2004), y esto se traduce en lo que se llama “actividad”, donde se muestra cuánto tiempo has pasado dentro de la red social. Según un estudio anual de redes sociales (2018), solo en Facebook los usuarios pasan 58 minutos de su día y en Instagram 53 minutos más. Esto es bastante tiempo considerando la introducción de las “Historias”, pequeños videos de 15 segundos donde los usuarios pueden compartir su presente, subir imágenes de su propia galería o compartir contenido de otros usuarios. Esta dinámica de devoración de imágenes con tanta rapidez, ofreciendo tantas ventanas posibles genera justamente el efecto contario, la ceguera. “El tiempo presente se ha desdoblado en tantas dimensiones y posibilidades que se deshace y desvanece, ofreciendo un sinnúmero de vías de escape y fuga. La inflación de las imágenes es uno de los aspectos de ese fenómeno” (Baitello, 2004), en otras palabras, la gran cantidad de presentes termina eliminando y perdiendo todo, existiendo por una ínfima cantidad de tiempo, imperceptible y fugaz. Para ser más ilustrativo, el diseño de la llanta de una rueda desaparece cuando esta va muy rápido, así como las hélices de un helicóptero cuando este se eleva, el presente se esfuma entre la gran cantidad de presentes. Swipe para arriba.



Tiempos modernos requieren nuevas maneras de comunicación, organización y categorización, así, hace su entrada al mundo multimedial el mediador digital por excelencia: el hashtag. El #hashtag (o en su traducción al castellano ‘etiqueta’) es una herramienta de comunicación utilizada para clasificar y agrupar las publicaciones de interés de acuerdo con el contenido, no solo facilita su rápida ubicación, sino el fluido intercambio de información sobre determinados temas. Al gato no le importa si estás en contra o a favor de lo comentado, solo le importa la repetición, sin importar temporalidad ni contenido, verdad o mentira, montaje o realidad, solo cantidad, y si el número de repetición es alto, el hashtag se convierte en tendencia y puede tomar la atención de la comunidad, de los medios de información, incluso de informes gubernamentales de Big Data, tal como el entregado a Fiscalía por parte del Gobierno chileno el 22 de diciembre de 2019 donde se aseguraba que los “Kpop” tenían una fuerte influencia en el estallido social del 18 de octubre, no la tremenda brecha económica, no las altas cifras de cesantía, no la poca representatividad política, no, el Kpop.


Si tenemos todas las posibilidades comunicativas en la palma de nuestra mano, organizada, categorizada y disponible ¿es correcto afirmar que nuestra creatividad se ve estimulada para comunicarnos de nuevas formas? La creatividad es la capacidad de generar nuevas ideas y conceptos, tomando como referencia otras ideas y otros conceptos ya creados, esta no se limita a la creación de una pieza artística como la música, la danza o la literatura, hay creatividad hasta en las diversas formas de desarrollar una compleja ecuación matemática o en las múltiples posibilidades de generar nuevos atajos de camino a tu trabajo; sin embargo, teniendo una riqueza comunicativa infinita, esta se sigue limitando, comprimiendo, y categorizando, tomando atajos en su expresividad.


El año 1999 nace MSN Messenger, un programa de mensajería instantánea creado por Microsoft, donde miles de niños, niñas, jóvenes y adolescentes depositan gran parte de sus primeras comunicaciones digitales frente a un computador. El programa, ofrecía gran cantidad de “emoticones” preestablecidos, estos eran combinaciones de signos de puntuación para expresar una emoción. (:), :(, :*, :/) para luego evolucionar a los emojis, pequeños símbolos que hoy día sustituyen gran cantidad de nuestra comunicación digital e incluso puede llegar a reemplazar la comunicación fuera de un soporte tecnológico.


Las diferentes tendencias cambian la forma en cómo nos comunicamos y se instauran con diferentes códigos para expresar emociones. En inicios de siglo, escribir una x y una D en mayúscula significaba “risa”, escribir 77 hacía mención a la disconformidad de lo que se planteaba y 1313 señalaba “coqueteo”. Hoy, durante la pandemia, me encontré con que estos códigos persisten hasta el día de hoy incluso en su versión verbalizada. Mi sobrina, al salir de una clase virtual, se quedó conversando con sus compañeras sobre un videojuego, “lol” le dijo una, “equis dé” dijo otra, “uwu” y “efe”, ¿acaso estaba presenciando alguna jerga interna? No, la verbalización de expresiones de tendencias ha llegado a suprimir la expresión de sentimientos.


“LOL” en su origen significa laughing out loud y se expresa cuando algo causa risa o alguien dijo algo chistoso, “equis dé” es la evolución verbalizada de “xD” que tiene el mismo propósito, “uwu” hace referencia a los dibujos animados japoneses, más conocidos como animé, donde el dibujo del rostro de la caricatura, al estar triste, forman las letras u, w, u; y “efe” verbalizado o “F” escrito, hace referencia al videojuego Call of Duty, donde en una de sus versiones, hay que apretar la tecla F para “mostrar respeto por el soldado caído”. Todo esto llegó a mi sobrina gracias a un Youtuber famoso que apareció en la página de tendencias de la plataforma de videos. La virtualidad se convierte en una realidad comunicacional y se adapta como método abreviado de comunicación.


La última gran aplicación que se hizo conocida es Tik Tok, una red social que permite ‘crear’ y compartir videos de corta duración, cuenta con los mismos parámetros que las otras redes sociales, pero con una gran diferencia, es una afrenta a la creatividad. La aplicación en un principio nace para hacer “lipsing” el acto fingir que cantas mientras suena una canción, pero esto evolucionó hacia cualquier audio conocido, por lo que es posible hacer “lipsing” de cualquier cosa, desde un discurso, un chiste, algo que dijo alguien al otro lado del mundo. La aplicación se basa en la reiteración, en la repetición de lo mismo con distintos usuarios. Además, te ofrece un pack de filtros para adornar tus fotografías y videos, filtros que crean los mismos usuarios, por lo que además de repetir exactamente las mismas palabras, cada vez nos parecemos más.


Parecerá que el mundo de las imágenes, la compresión del lenguaje y los atajos lingüísticos desaparecerían en el contexto de la protesta, de la manifestación de un grupo de gente en la calle, pero nada más alejado de la realidad. Sin llevar el análisis a cómo la publicidad se inserta en la protesta y “se sube al carro de la lucha” como en las marchas por el orgullo, hay que detenerse en la potencialidad de la unión de las imágenes por un objetivo. Tomo como ejemplo el arresto de Martín Pradenas, presunto violador de Antonia Barra, quien se suicidó luego del estrés postraumático de la tortura. Todas las redes sociales quedaron atentas al proceso judicial, desde los hashtags en Twitter, la explicación del juicio en Instagram, la infografía del cronograma del proceso en Facebook y videos con fotografías de la víctima con una misma canción en Tik Tok; además de eso, la protesta virtual se tiñó de rosado y miles de mujeres cambiaron sus fotografías de perfil al rosa en apoyo a la causa. Tal fue la masividad del episodio que los medios de información se enfocaron en el caso, se abrieron debates en los distintos matinales y el noticiario principal dio a conocer la noticia: prisión preventiva. La medida fue comentada en todas las redes, pero abría una nueva pregunta, ¿en qué cárcel se quedará el acusado? Entre la región de La Araucanía y Los Ríos, cientos de transmisiones en vivo llegaron hasta las puertas de las respectivas cárceles a esperar al acusado y todo fue vivido por miles a través de las pantallas. La unión de las imágenes en contextos de protestas hace el lenguaje más rápido, veloz y conciso.


4. El fin de la real negociación


Dominique Wolton, sociólogo francés, hace un análisis de lo que consistía la comunicación en nuestros tiempos: “ayer, el horizonte normativo consistía en conseguir establecer la comunicación; hoy día se trata más bien de gestionar la incomunicación, mediante la negociación, para construir una convivencia” (Wolton, 2010), y lo decía porque en los tiempos de antaño las relaciones eran mucho más jerárquicas, había un desnivel social que no permitía la negociación comunicativa, sino más bien la imposición de esta; en cambio, “ahora es, la mayor parte del tiempo, negociar, porque los individuos y los grupos se encuentran más en situación de igualdad. El concepto de negociación pertenece, por otra parte, a la cultura democrática” (Wolton, 2010).


La negociación aparece cuando dos sujetos conviven bajo diferentes puntos de vista de un mismo tópico, intercambian, tranzan y acuerdan la comunicación, pero si trasladamos esto a la virtualidad, ¿qué pasa en estos tiempos donde podemos silenciar, ocultar, archivar, postergar, eliminar y hasta bloquear las diferentes opiniones? Anular la comunicación es, por lo bajo, condicionar la negociación hacia un mismo destino.


5. El problema al definir la comunicación


Son varios los autores que postulan diferentes modelos del acto comunicativo, hay algunos que van más allá y proponen las razones de esta, como Wolton, quien dice que nos comunicamos por infinitas razones, pero podemos distinguir 3 de ellas, “en primer lugar, el compartir. Todo el mundo trata de comunicar para compartir, intercambiar. Asunto humano, afectivo, fundamental e infranqueable. Vivir es comunicarse y tratar de intercambiar con los demás, lo más a menudo y lo más auténticamente posible. Luego viene la seducción, inherente a todas las relaciones humanas y sociales. Por último, la convicción, ligada a todas las lógicas de argumentación empleadas para explicar y para responder a las objeciones” (Wolton, 2010).


En educación básica nos enseñan un modelo muy simple de comunicación: emisor, mensaje, receptor. Un año después, nos presentan otra pieza a la rompecabeza: el canal. Para seguir investigando sobre los modelos de comunicación tenemos que ingresar a la universidad y estudiar una carrera referente a las comunicaciones, y en ella, nace la pregunta de qué pasa con el contexto de los receptores que decodifican el mensaje entregado. Para obtener esa respuesta, hay que introducirse en lo profundo de la semiótica y comparar a un par de autores con diferentes ideas acerca del acto comunicativo. Desde Harold Dwight Lasswell con la aguja hipodérmica, Shannon y Weaver con la teoría de la información (muy parecida a la de educación básica), el modelo de R. Jakobson, W. Schramm, entre otros quienes dedicaron su vida al desglose de la comunicación humana.


Si el acto comunicativo es el mismo de hace 100 años, ¿por qué hay tantos modelos tratando de explicar lo mismo y con tantas diferencias en su planteamiento? Lejos de querer anular unos y validar otros, debo proponer un término que nace de la divagación mental en el proceso de entender y definir la comunicación: el arte.


La comunicación como arte resuelve todos los conflictos, libera todas las fronteras y valida todos los modelos. El arte no es información, por lo que su propósito no es ser entendido, es ser interpretado, entonces, de un mismo discurso podemos tener tantas interpretaciones como par de oídos estén escuchando, como un cuadro de arte o una pieza de danza contemporánea. El arte seduce, convence, expone, intercambia, todo al mismo tiempo y a la vez no. Para interpretar de manera más completa una pieza artística hay que conocer un poco más de la técnica que se utiliza, tal como para entender a una persona en su contexto social, cultural y geográfico. La comunicación es arte, por lo que todos los modelos son correctos según el contexto de quien lo ocupe.


Bibliografía

Baitello, N. (2004) Comunicación y Cultura: La era de la Iconofagia.

Browne, R. (2006) Comunicación indisciplinada: iconofagia e iconorrea en los medios de (in) comunicación. Chile.

Carroll, H. (2018) Read this if you want to be Instagram Famous. España. Blume.

Wolton, D. (2010) Informar no es comunicar. Contra la idea tecnológica. España. Gedisa S.A


Nota del Editor: Texto académico escrito para el ramo de Teoría de la Comunicación del Magíster en Comunicación de la Universidad Austral de Chile.

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